jueves, 12 de junio de 2014

La montaña rusa

(O hoy la cosa va de subidas y bajadas)

¿Cómo es posible que en un espacio muy corto de tiempo (horas, o incluso minutos) mi cuerpo y mi mente sean capaces de experimentar subidas y bajadas como si estuviera en una montaña rusa? Lo peor de todo es que la sensación final no es la misma que tengo de una vuelta en montaña rusa.

Éste es el orden de mis pensamientos cuando bajo de una montaña rusa (cuando esos fluidos que tenemos en el oído y que se encargan del equilibrio se han nivelado, claro):

Uffffff! Ya se ha acabado.
No ha estado mal.
¿Otra vuelta? Venga, va, que es divertido...

Y éste, el orden de mis pensamientos cuando tengo subidas y bajadas "personales" (y eso que aquí los fluidos del oído no se han movido)

Ufffff!¿Se habrá acabado?
NO me ha gustado
No más!!! QUÉ NO SE REPITA, POR FAVOR!!!

Como puedes observar, desde mi punto de vista, es mucho mejor la montaña rusa. ¿Y por qué? Muy sencillo: a la montaña rusa te subes porque quieres. Vale que a veces te arrepientes de haberte subido, pero con no repetir, todo solucionado.

Pero mis montañas rusas personales (por llamarlas de alguna manera)...
Esas si que son chungas. Me pillan por sorpresa, generalmente en el momento más inoportuno y, encima, no puedo decidir si voy a repetir o no. Es más, se repiten y sin ninguna contemplación ni miramiento.
De pronto estoy arriba y al poco estoy por los suelos. Y encima enfadada como una mona porque no las puedo controlar.

Ay! Controlar..., ¡esa es la palabra clave! Soy Madame Mademoiselle Control: Sea cual sea la situación, si consigo controlarla, todo es perfecto. Me gusta creer que yo decido qué quiero, cómo quiero, cuándo quiero y dónde quiero. Pero ¡ay! si no la controlo... (De acuerdo, asumo y reconozco que tengo una mente cuadriculada. Lo sé. Los alemanes a mi lado... unos aficionados.)

A lo que iba, si mi cuadriculada mente se desorganiza y pierdo el control de la situación, ¡tiembla, la que se nos viene encima! Sí, sí, he dicho nos, porque el descontrol acaba afectando a todo aquel que está a mi alrededor (incluye aquellas personas que tuvieron la mala idea de darme su teléfono, e-mail o wassap)

¡Ah!, se me olvidaba: A todo eso habría que añadirle la batalla hormonal que se está desarrollando en mi interior. Ya sabes, los años no perdonan...

Total, que actualmente soy más peligrosa que una bomba de relojería. Si normalmente soy de naturaleza explosiva, ahora soy como una granada sin seguro que han encontrado unos niños y que han decidido utilizar como balón de fútbol.

Espero que en próximas explosiones no hayan daños colaterales...

No hay comentarios:

Publicar un comentario