domingo, 8 de junio de 2014

Una Historia de Duendes


Cuentan que existe un país donde todo es posible.
En medio de él hay un gran lago (seguramente fruto de una erupción volcánica) y en el centro de éste hay una isla. Es un lugar bonito, conocido por todos pero difícilmente localizable, quizás porque está cubierto de nubes bajas que, a pesar de que no son muy densas, no permiten distinguirla con claridad.
Quienes han estado ahí dicen que en esa isla se almacenan leyendas, historias, cuentos y canciones que nunca habrían debido olvidarse pero que, a veces, no recordamos.
Se dice también que en esa isla vivía un ser pequeño, pequeño. Un duende. Su nombre: TiemposPúrpura. TiemposPúrpura era un duende feliz, saltarín y juguetón. Un poco travieso, pero es normal, era un duende.
Un día, algo le ocurrió al duende. No se sabe muy bien que fue, pero TiemposPúrpura perdió sus características de duende y empezó a parecer un humano (tenéis que saber que eso es lo peor que le puede ocurrir a un duende). Dicen que en una de sus correrías tuvo un percance y su pequeño corazón se agrietó un poco. No sé si hay algo de cierto, es lo que cuentan…


De pronto, TiemposPúrpura se despertó sobresaltado. Tenía la sensación de haber dormido mucho, mucho tiempo. No sabía dónde estaba, ni qué le había pasado, pero sentía un gran vacío en su corazón, algo así como una tristeza infinita.

Parpadeó un par de veces, se levantó de su cama de musgo y dejó escapar un suave bostezo mientras una lágrima rodaba por sus mejillas.

-¿Qué me ha pasado?-  se preguntó. Intentó recordar, pero fue inútil, únicamente sentía una gran pena, nada más.

Apartó la cortina de flores  que cubría la entrada de su hogar y vio como el sol se reflejaba en el lago, pero no se sentía feliz.

Se aproximó al lago y miró su reflejo en él. Se retiró rápidamente, y estalló en sollozos. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Acababa de ver algo muy triste: su aspecto no era el que él recordaba. ¡No parecía un duende! Su perfil se desdibujaba y aparecía una figura humana. ¿Qué le había ocurrido?

TiemposPúrpura se tumbó a la orilla del lago y lloró larga y amargamente hasta que, de pronto, oyó un sonido de agua, como si hubiera una gran explosión dentro del lago.
Sus ojos llorosos le permitieron ver un gran dragón nadaba hacia él. Pero TiemposPúrpura no se asustó, recordaba al dragón. Era Puff, el dragón mágico de la canción.

El dragón se acercó con mucho cuidado a TiemposPúrpura y sus palabras retumbaron en las montañas. El eco las devolvió multiplicadas cientos de veces:


-¡Cuánto te he echado de menos, duendecillo, cuánto!

El corazón de TiemposPúrpura dio un salto en su pecho, ¡el dragón le reconocía, se acordaba de él!. Al mirarlo más de cerca descubrió algo brillante en los ojos del dragón y recordó…
Era una lágrima, una lágrima de dragón. Los humanos las aprecian mucho (a pesar de que no saben que los dragones solo lloran una vez en su larga existencia). Les llaman diamantes.

TiemposPúrpura agitó los brazos para saludar al dragón y justo en ese momento recordó la canción…

Els dracs viuen per sempre, però els nens es fan grans
Los dragones viven por siempre, pero los niños se hacen mayores…

Y también recordó el motivo de la lágrima: El dragón había tenido un gran amigo: un niño. Pero creció, se hizo mayor y abandonó al dragón. Desde ese día la lágrima colgaba de uno de los ojos del dragón. Blanca y brillante.

TiemposPúrpura se sintió más triste todavía. Sintió que odiaba a los humanos, incluso a los niños, porque crecen y cuando crecen, olvidan. Olvidan a los dragones, a los duendes, a los magos, a las hadas,... y eso no es todo: si alguien les recuerda su existencia se ríen y dicen que son tonterías.

El dragón quiso saber cuál era la causa de la tristeza del duende. TiemposPúrpura le explico que sentía un gran vacío en su interior y que, cuando se acercó al lago, éste le devolvió una imagen demasiado humana para un duende.

El dragón no supo como tranquilizar a TiemposPúrpura. Estaba destrozado, y con razón: cada minuto que pasaba su apariencia era más humana. El dragón temió lo peor y decidió ayudar al duende.

Recomendó a TiemposPúrpura que fuera a dar un paseo por el bosque y le prometió que le ayudaría a volver a ser el duende que había sido. Eso sí, le puso una condición: Tendría que hacer todo lo que el dragón le pidiera.

TiemposPúrpura aceptó. No quería transformarse en humano y prometió seguir las instrucciones del dragón. Por su parte, el dragón, se comprometió a ayudarle a recordar todo lo bueno parecía haber olvidado.
El trato fue el siguiente: Durante el día, TiemposPúrpura tenía que recorrer el bosque en busca de su espíritu de duende y al ponerse el sol, el dragón le explicaría historias que alegrarían su corazón.

TiemposPúrpura no dudó ni un momento, quería volver a ser el duende que había sido. Así que se despidió del dragón y muy diligentemente se adentró en el bosque.

Apenas había caminado 500 pasos cuando se encontró frente a un gran gato atigrado.

TiemposPúrpura se quedó paralizado. Los gatos no suelen ser amigos de los duendes y por un momento temió lo peor… Pero el gato saludó a TiemposPúrpura con un suave ronroneo y, aunque era enorme, a TiemposPúrpura no le pareció peligroso, así que, cautelosamente, se acercó a él.

El gato saludó al duende y dijo estar muy aburrido, pues no encontraba con quien charlar, TiemposPúrpura le dijo que eso no ya no era un problema, le explicó que a los duendes les gusta mucho hablar (se dice que no callan ni debajo del agua…) y que él, de momento, todavía era un duende.

TiemposPúrpura y el gran gato estuvieron charlando y riendo (puesto que el gato, a pesar de su seria apariencia, era muy divertido). El tiempo pasó rápidamente. Cuando TiemposPúrpura se dio cuenta el sol ya había empezado a descender. El duende estaba muy a gusto con el gato, pero tenía que marcharse, se lo había prometido al dragón. Se despidió del gran gato atigrado y le prometió que volvería cada día para hablar con él. El gato dejó escapar un ronroneo de satisfacción y quedaron en verse al día siguiente.

TiemposPúrpura regresó corriendo al lago, llegó justo antes de que el sol se ocultara en el horizonte y esperó hasta que el dragón surgió del agua. El dragón le preguntó cómo había ido el día y TiemposPúrpura contestó que no había tenido tiempo de buscar su espíritu de duende, que había estado hablando con un gran gato atigrado.

El dragón dejó escapar un “ummmmm” pero no dijo nada más. El duende le pidió que le contase, tal y como le había prometido, una historia que alegrara su corazón y el dragón le explico lo siguiente:

En uno de los claros de este bosque, hay un olivo. Si se observa desde el ángulo adecuado, puede parecer que tiene forma humana. Pocos lo saben, pero, efectivamente, es en parte humano. Ésta es su historia:

"Hace muchos años, cuando los hombres todavía tenían tiempo para disfrutar de las cosas bellas, un joven descubrió una flor blanca, perfecta, que no se ajaba con el paso del tiempo. Tanto y tanto la observó que al final se enamoró. Y tal era su amor que consiguió convencer a un hada del bosque para que hiciera un conjuro que la convirtiera en mujer y así poder pasar toda la vida juntos.

El resto de seres elementales del bosque se sintieron ofendidos y castigaron la osadía del joven: Transformaron al joven en olivo y deshicieron el conjuro de manera que su compañera volvió a ser una flor. 

El hada que había hecho el conjuro suplicó por ellos ante el resto de sus compañeros, alegó que el joven lo había hecho por amor y que no merecía un castigo tan grande. Después de mucho rogar, consiguió que permitieran al joven volver a su forma humana las noches de luna llena, mientras que la flor podía volver a ser mujer en las noches de luna nueva.

Así pues, el castigo fue eterno, los amantes podrían amarse con locura pero nunca podrían estar juntos.

A pesar de ese castigo, el amor no murió jamás: En las noches de luna llena, el joven recupera su figura humana y corre hasta el lugar donde está su flor. La rodea con sus brazos y pasa la noche a su lado.En las noches de luna nueva, la flor se transforma en mujer, se acerca al olivo y duerme bajo sus ramas.

Por fin, un día, el hada cómplice del conjuro, que siempre había intercedido por ellos porque creía en el amor, consiguió ablandar el corazón del resto de sus compañeros y los seres elementales accedieron a que, durante los eclipses de luna, ambos fueran humanos.

Desde entonces, cuando hay eclipse de luna, todas las criaturas de la noche permanecen en sus hogares porque saben que los amantes van a encontrarse y que, durante un corto espacio de tiempo, podrán ser felices como nadie lo ha sido jamás.

Fueron castigados, pero su amor sobrevive y,  quien sabe, quizás, solo quizás, algún día, haya alguna manera de romper el hechizo definitivamente.

La historia del dragón sorprendió a TiemposPúrpura y el pequeño duendecillo aprendió que el amor puede ser eterno y que si hay amor, todo es posible.

El dragón invitó a TiemposPúrpura a acompañarle a la Playa de los Recuerdos, un lugar que, según le explicó, es mágico. Le dijo que allí se reviven los recuerdos, los buenos recuerdos. Pero TiemposPúrpura aún sentía un vacío en su corazón y le dio miedo acercarse y no tener nada que recordar. Así que se despidió de nuevo de su amigo el dragón y quedaron en verse el siguiente atardecer

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