sábado, 31 de mayo de 2014

No me gustan los finales

Hoy, al salir de clase, me he subido al coche y cuando me he sentado al volante me ha asaltado la idea que me ronda por la cabeza hace unos días: Esto se acaba. Una semana más y se acabaron las clases. Hasta finales de septiembre nada de nada ... y eso son nada más y nada menos que 3 meses!!!. Tres meses sin tener todas las tardes ocupadas. Sin ver a todas las personas que han empezado a formar parte de mi día a día. Sin tener ejercicios que hacer ni asignaturas que repasar. Que sí, que debo ser un poco masoca, que parece que me guste ir a mil. Pero es que mientras voy a mil no pienso...

Esto me ha hecho reflexionar y ahora puedo decir:

CREO QUE NO ME GUSTAN LOS FINALES

Siempre he dicho que me gustan los cambios y soy consciente de que, para muchas personas, un cambio representa un final (y,en el mejor de los casos, un nuevo principio). Yo no lo entiendo así.

Para mí, un cambio es un giro, una modificación de dirección sin tener que parar. Como te diría... Es como esos juguetes que se mueven en línea recta hasta que chocan con un obstáculo y entonces se mueven hacia otro lado...
Un final es llegar al borde de un precipicio y pensar: ¿Y ahora qué? Y tomar una decisión, se quiera o no.

No me gustan los finales porque ese vacío que se abre ahí delante me da miedo.En arte, eso tiene un nombre: Horror vacui, literalmente, miedo al vacío. Tengo que rellenar todos los vacíos.  A lo mejor, porque tengo quenofobia* o a lo peor porque soy cobarde y no quiero lanzarme así al precipicio, sin más, sin paracaídas ni chichonera.

Yo necesito cambios, no finales. Quiero tocar de pies en el suelo, mirar a un lado y a otro y escoger el camino a seguir. Y me da lo mismo que esté lleno de obstáculos, al fin y al cabo es un camino y siempre es mejor que un salto al vacío.

Y es por eso por lo que creo que no me gustan los finales. No quiero perder pie, quiero girar y moverme en otra dirección (y no estoy hablando de volver hacia atrás, aunque en algunas ocasiones sea una opción a tener en cuenta).

Ahora mismo estoy preocupada. Empiezo a sentirme rodeada de finales. Cada día están un poquito más cerca y sé que son finales porque miro a un lado y a otro y no soy capaz de ver caminos. Solo veo precipicios.
¡Uff!, Ahora que he releído el último párrafo veo que suena un poco desesperado pero tú no te asustes, sé que a medida que se acerquen los finales veré con más facilidad los caminos que los transformarán en cambios, solo que ahora tengo la vista un poco nublada y aún no puedo distinguirlos...

Un buen ejemplo de mis problemas con los finales lo tengo con el cuento que hace años estoy escribiendo. Cada vez que lo retomo lo modifico un poco, le pongo aquí, le quito allá y lo voy puliendo.
Pero, ¡ay!, cuando me acerco al final de la historia... Bueno, en realidad no me acerco al final. ¡Es que no puedo ponerle un final!
Tengo varias ideas para acabar la historia pero soy incapaz de hacerlo. Creo que hoy me he dado cuenta de que mi problema es que si escojo un final elimino todos los demás y, o bien hago una de esas historias con varios finales a escoger según el día que tengas, o bien la convierto en una historia interminable (¡qué bonito libro, por cierto!).

Por todo esto y mucho más es por lo que creo que no me gustan los finales...

*Quenofobia: Un persistente, anormal y injustificado miedo al vacío o a los espacios vacíos.

Acabo de darme cuenta que en el post anterior escribí sobre los principios y  que ahora lo he hecho sobre finales. ¿Curioso, no?


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